“Son tiempos de mujeres”, he leído muchas veces a lo largo de este mes. El empoderamiento de las mujeres no es sólo algo que está de moda, es un movimiento que ha llegado a instaurarse para ajustar las desigualdades que hemos enfrentado como género.
En este camino vamos todas. Unas con más convicción que otras, unas saliendo a las calles, otras generando esos cambios desde sus núcleos familiares, unas siendo espectadoras pero haciendo conscientes esos sesgos y otras moviéndose a sí mismas de los lugares que les son incómodos como parte de sus propias luchas.
En este escenario, nos guste o no, el dinero es un factor clave para ese empoderamiento femenino. El dinero representa posibilidades. De libertad, de decisión, de control, de poder, de independencia.
No hay mujer empoderada sin dinero. Puedes sentirte muy chingona, pero si en la cartera no tienes ni un quinto para irte de lugares, trabajos o relaciones en donde no te traten bien, ese “empoderamiento” vale madres.
Pero ese empoderamiento no se construye solo. Es parte del propio sistema (que estamos cambiando) en el que estamos aprendiendo a alzar nuestra voz y a darnos cuenta que cada día se escucha más claro y fuerte allá afuera.
Venimos de un sistema en el que las mujeres estudiaban mientras se casaban, pero muchas de ellas no ejercen su profesión. A muchas otras ni siquiera les dieron la oportunidad de estudiar… “¿para qué si te vas a casar?”, les decían.
No digamos aquellas que siguen enfrentando esas brechas de insertarse en el mercado laboral pero tienen un ingreso menor por las mismas actividades que realiza su colega del género opuesto.
Aquellas otras que después de ser madres siguieron trabajando pero han sido juzgadas por no dedicarse a sus hijos y entonces se desempeñan profesionalmente llevando a cuestas la culpa de ser madres.
Las mujeres tenemos que creérnosla. Dejar de contarnos que somos malas para el dinero. Creernos que somos capaces de generar, administrar y multiplicar el dinero. Creernos que podemos mantenernos profesionalmente activas si ese es nuestro deseo después de ser madres, que podemos escalar en nuestra carrera profesional y aspirar a mejorar nuestros ingresos, que podemos emprender un negocio, que podemos crear una empresa exitosa, que podemos generar empleos.
Por eso ese empoderamiento financiero en nosotras empieza con el amor propio. Es que si tú no crees que merezcas una relación en donde te quieran, un cuerpo sano que disfrutes, una vida que te guste, amigas que te acompañen y te sostengan, una familia que sea amorosa contigo y reconozca lo que haces, ¿cómo vas a sentirte merecedora de tener dinero?… ¿de tener una empresa exitosa?… ¿de tener libertad financiera?
Dejemos de contarnos que el dinero es cosa de hombres y empecemos como mujeres a construir nuestra propia relación con el dinero, asumiéndonos dignas de tenerlo en nuestras cuentas.
¡Qué tema! Aprender a vivir una buena relación con nuestro dinero 🙌🏻